viernes, 22 de mayo de 2009

Semilla, Flor y Fruto


  No sé en que momento decidí hacer a Guille partícipe de mi afición por la jardinería. En casa siempre hemos tenido plantas, sobre todo recuerdo que en el patio de la casa de mi madre había un enorme jazmín que era el orgullo de mi progenitora. Todas las noches de verano inundaba la casa con su olor. Además del jazmín tenía toda la pared llena de maceteros de cerámica con grandes geranios rojos, y al lado de la puerta crecía un granado que todas las primaveras echaba montones de flores anaranjadas. Al terminar las clases ayudaba a mi madre a regar todas las plantas del patio. Ella me explicaba pacientemente como debía cuidarlas. Mi padre decía que encantaba a las plantas con su voz para que éstas creciesen con salud y esplendor. 

  Durante los años en los que estuve en la universidad siempre tuve alguna planta en mi habitación. Tuve un poto que me acompañó en más de una noche junto a las obras de Quevedo, Góngora o Espronceda. También tuve un clavel al que me gustaba leerle algo de Cervantes la noche de los lunes. Ya fuese sugestión o magia agraria, el clavel crecía fuerte y me daba flores varias veces por año. Fue uno de estos claveles el que me ayudó a seducir a Marta tal y como me aconsejó mi padre. También los utilicé en alguna ocasión en la que un olvido, una mirada de reproche o una voz más alta que otra complicaba nuestra relación.

  Tras varios años de saltando de un piso de alquiler a otro, al principio solo, y años más tarde con Marta, logramos encontrar una casa con un pequeño jardín a las afueras de la ciudad. El jardín estaba lleno de malas hierbas y probablemente era el hogar de alguna serpiente asustadiza, pero fue lo que me convenció de la casa. Marta tuvo que convencerse con algunas noches de charla con mi madre. Compramos la casa encadenándonos de por vida al pago de una hipoteca. Los primeros fines de semana los dediqué a limpiar el jardín. Dejé un escuálido olivo en una de las esquinas del jardín. A juzgar por su tronco nudoso éste se debió plantar antes de la construcción de la casa. Arrancarlo tal y como me sugirió la vendedora de la inmobiliaria me pareció un crimen, así que lo podé y lo aboné y poco a poco fue recuperando un aspecto más saludable. Junto a la entrada planté varias margaritas que daban flores amarillas, blancas y violetas. Marta me convenció para que plantase algunos rosales junto al camino. Bajo las ventanas planté geranios y en la parte más alejada de la casa, un jazmín y un naranjo, para que insuflasen al aire recuerdos de la infancia.

   Cuando nació Guille planté un aguacate para que creciese a su par aunque siempre ha sido más alto que él. Guille es un niño de mente inquieta, con una cadena de porqués esperando a saltar fuera de su boca. Cuando cuidaba el jardín siempre me seguía de un lugar a otro preguntando por el nombre de las plantas o el porqué de que algunas plantas fuesen más verdes que otras. Alguna vez se destrozó sus manitas intentando cojer alguna rosa, así que Marta optó por ponerle una valla a los rosales. Ahora resulta casi milagroso ver alguna margarita en la planta y no en vasos de agua en casa. Al principio me mostré reticiente a que Guille me ayudase a cuidar las plantas pero poco a poco sus ojitos y la insitencia de Marta me convencieron. El día que apareció con una pequeña regadera de lata el deber fue ineludible, así que me resigné y dejé que Guille torturase a las plantas. Sorprendentemente se mostró paciente y aprendió rápidamente los cuidados básicos. Ayer estuvimos plantando menta junto al grifo del jardín y esta mañana lo he visto hablando con las semillas. Creo que les contaba cuentos para despertar.

3 comentarios:

Nicolás González dijo...

Muy bueno tambien, el ultimo parrafo me recuerda a German, pero el las tira al suelo...

Alice dijo...

Que buenos recuerdos me has traído. Mi jardín era muy parecido al de tu historia. Cuando yo levantaba la persiana de mi cuarto entraba el olor de la dama de noche, el jazmín y el naranjo. Lo que con el paso del tiempo se ha convertido en una piscina...jejeje. besos.

El Oso que Mira desde la Colina dijo...

Me alegro de que os haya gustado. Le debía una a la jardinería.