domingo, 1 de marzo de 2009

Uno que comienza con Coltrane

     Pensé que una buena historia debía comenzar con Coltrane, de manera que ahí estabamos Coltrane, Cortazar y yo subidos en un tren, lejos, lejos del frío y la nieve. Rayuela descansaba junto a mi asiento mientras el paisaje nocturno desfilaba por la ventana. El destino poco importaba porque la fin y al cabo, solo el viaje en sí ya me producía un sentimiento de bienestar. Huir, o avanzar hacia lo desconocido, a la aventura, dejaba que nuevas imágenes se imprimesen en mis retinas. El saxofón de Coltrane construía el Giant Steps con fuerza y energía, imprimendo en las escalas el ritmo de las noches azules de Nueva York.
     Iba solo en el vagón, solo con mis recuerdos intentando escribir un cuento de mi vida en 65 palabras, como la película de Ripoll, y sin embargo solo me salía un principio triste y sin personalidad en ausencia de una buena lavadora, lejos de cualquier inicio brillante, asi que decidí empezar mi cuento con Coltrane. Me acomodé en el asiento y dejé que las palabras fluyesen como las notas del saxo. Pensaba que mi vida había sido un cúmulo de azares y desencuentros. Pongamos el día que te conocí. 
     Llovía y nos empapamos en el trayecto del coche a aquel bar. Allí conocías a todo el mundo. Yo era un extraño que había coincidido unos días en la ciudad, un poco perdido, con la barba de hacía varios días y con ganas de volver a casa. Me había arrepentido de tomarme unos días más tras el congreso para conocer la ciudad. Todos habían vuelto a casa y allí estaba yo, mochila en mano. Perdido. No tardé en descubrir que la ciudad me había dado en dos días todo lo que podía dar de sí. Echaba de menos el Barrio Alto de Lisboa o la Latina de Madrid. Me metí en aquel bar a tomar un ron acompañado de Rayuela. Desde entonces siempre lo llevo como un talismán, para invocar la suerte de aquella noche. Iba por la mitad de la copa cuando la Maga se atormentaba en Paris y entonces entraste en al bar. Ibas acompañada por un par de amigos. Reíais. Os miré con un poco de envidia y me devolviste la mirada con curiosidad. Al terminar el ron fui a la barra por nuevas provisiones. Chocamos accidentalmente y nos sonreimos. Comenzamos a hablar y Rayuela (como no Rayuela) nos llevó a Paris, y Paris a tu ciudad, tu vida y tus libros. Tus amigos se fueron y me invitastes a que te acompañase. Salimos y comenzó a llover. Viajamos cuarenta minutos en coche hasta el centro de la ciudad. Nos empapamos desde el coche hasta aquel bar donde sonaba Coltrane (quizás por eso lo escucho ahora, quizás porque siempre me ha gustado). Tenías el pelo mojado. Uno de tus rizos caía sobre tu frente de una manera irresistible, al modo de las actrices de Hollywood de los años treinta. Te desee, en aquel momento comencé a desearte mientras seguíamos hablando de música. Me decías que te encantaba Coldplay y yo te decía que eran demasiado comerciales. Tu te defendistes tras Thom Yorke y Radiohead y yo arremetí con los clásicos. Digamos que hice mi lanza con el viejo rock y mi escudo con el intemporal jazz. Tu tomastes otras armas. Indie y electrónica. Interpol comenzó la nueva partida con el Antics y me contrataqué con un peso pesado, Pink Floyd y Wish You Were Here. Entre ron y ron pasaron por la palestra Kaiser Chief y Artics Monkeys. Yo hablaba de King Crimson, Jethro Tull y Led Zeppelin. El bar cerró y tus amigos se despidieron. Me invitastes a comer algo en un turco cerca de allí mientras seguíamos peleándonos. Acabamos haciendo listas de los diez mejores discos de la historia entre el kebab y la coca-cola. Y entonces me besaste. Fue un dulce impulso. Cuando tus labios tocaron los mios sentí calor y ese vértigo en el estómago dice sin palabras que te has vuelto a montar en una montaña rusa. Te miré a los ojos negros y me sentí absorbidos por ellos. Me sonreistes y me invitastes a ir a tu casa a pasar la noche.
    Todo lo que allí pasó, es otra historia. Una historia de amor y encuentro, de confidencias y sonrisas hasta el amanecer. Varios años más tarde aqui me encuentro. En un tren rumbo a otra parte con mis recuerdos a mi espalda. Con Rayuela y Coltrane, pero también con Interpol y Radiohead. Con más de sesenta y cinco palabras para describir como me encuentro y describir como esta siendo mi vida. Con más de diez momentos para poner en una lista o más de diez libros que me llevaría a una isla desierta (probablemente durante un accidente aereo). Con más de mil de estos pensamientos para acompañarme durante los viajes. Con pellizcos en el corazón de añoranza y con sonrisas de los momentos felices que me he llevado. Sabiendo que durante esos días que habían pasado, había vivido.

4 comentarios:

Kandela dijo...

Comenza???? Ay!

El Oso que Mira desde la Colina dijo...

Ey!!! Gracias, se me pasó completamente.

lafauna dijo...

Repasitos tildosos: "sólo el viaje en sí" (sobra el puede?) "hacía dejar" (raro: dejaba que...)No entiendo esto: "Llovía y nos empapamos en el trayecto del coche a aquel bar. Allí conocías a todo el mundo. Yo era un extraño que..." parece que te refieres a la chica, que entras con ella, ¿no?, entonces, después leemos:"y entonces entraste en el bar. Ibas acompañada por un par de amigos...etc." También sobra un "con hice mi lanza con" Me gusta mucho el principio, que parece que vais los tres viajando

El Oso que Mira desde la Colina dijo...

Solucionado también. Releyendo me doy cuenta que bien es cierto que hay que masticarlo un poco. Demasiado descripción subjetiva, pero al fin y al cabo es una de las cosas que pretende el cuento, ser la descripción subjetiva de alguien.
De todas maenras gracias, había más de una metedura de pata.