jueves, 2 de agosto de 2007

Se alquila habitación

Tenía que reconocer que era un buen anuncio porque cuando lo leyó jamás pensó que la casa iba a estar en tan mal estado. Julián tenía la esperanza de haber encontrado la oportunidad que estaba buscando. Hogar amplio con cuatro dormitorios, cerca del centro, con hermosas vistas, precio a discutir. Lo que encontró fue algo muy distinto. Casa ruinosa llena de basura, en una parte del centro donde solo los borrachos se acercaban a aliviar la vejiga. Y lo de hermosas vistas, bueno, el anuncio no decía que era la antigua casa del guarda del cementerio de San Miguel. Eso si, el precio era razonable. Julián estuvo pensando durante varios días la oferta hasta que finalmente se decidió favorablemente, no podía negar que era un sitio tranquilo y barato, las vistas eran prescindibles.

El señor Golai, el de la inmobiliaria, era de esos tipos que junto a un aspecto inquietante presentaban un comportamiento aún más extraño. Alto, pálido y con cejas muy pobladas. De pocas palabras siempre terminaba cualquier comentario con una sonrisa claramente forzada. Lo único que Julián pudo saber sobre la historia de la casa es que la mujer del antiguo propietario fue ingresada en el sanatorio de las Hermanas de Santa Catalina. En ese momento estuvo por echarse atrás, pero necesitaba encontrar un lugar donde vivir, y los actuales precios no daban mucho donde elegir. Firmó las escrituras y el señor Golai suspiró aliviado, gesto que turbó más si cabe la tranquilidad de Julián.

Las primeras semanas llenaron la casa de albañiles, fontaneros y electricistas que aumentaron la habitabilidad de la misma. Los antiguos muebles fueron sustituidos por versiones más acogedoras procedentes de una cadena de tiendas italianas. La madera de cerezo eliminó ese olor a carcoma y polilla que llenaba el salón. Junto a la chimenea emplazó un par de sillones de color verde a juego con las cortinas. Sillones que invitaban a una taza de chocolate caliente junto a un buen libro. Eliminó los fogones de la cocina emplazando en su lugar una vitro cerámica de esas que no hace falta limpiar. Quitó el papel pintado de los dormitorios y los pintó de colores cálidos y agradables con nombres frutales. Lo único que no tiró fue la cabecera de la cama del dormitorio principal. Parecía una antigua obra de arte, un poco recargada pero que en general daba buenas vibraciones. Ésta estaba dividida en cuatro secciones, las dos patas, el centro y la parte superior. La pata derecha parecía el tronco de un gran árbol que nacía del suelo, y cuyas ramas se adentraban en el tablero central. El tronco estaba lleno de agujeros y por cada uno de ellos miraba un gato. Las ramas estaban llenas de búhos y alondras con distintas poses. La pata izquierda era una gran torre en la que incluso los ladrillos estaban tallados sobre la madera. Al contrario que el tronco del árbol solo tenía cinco ventanales por los que se asomaban algunos personajes, excepto el cuarto que parecía vacío. Desde el último se veía lo que parecía un mago que observaba el cielo con un catalejo. La parte central representaba en un primer plano una ciudad medieval con un puerto. Al fondo se veía el mar y a la derecha un bosque. A primera vista la ciudad parecía desierta, pero una mirada más atenta revelaba más detalles. Una vieja comprando el pan en lo que parecía un mercado, un joven arrodillado junto a una dama o un chico jugando con un perro entre otros. La madera de la parte superior de la cabecera tenía un tono más claro. Representaba un cielo lleno de nubes con una gran luna sobre ellas. Las nubes insinuaban algunas formas que parecían convertirse en objetos y animales. En resumidas cuentas, la cabecera de la cama era impresionante.

Dos meses más tarde la casa parecía otra. Reservó uno de los dormitorios como un estudio mientras que arregló los otros dos para poder alquilarlos. Los gastos en la remodelación de la casa habían sido excesivos, en especial las obras realizadas en el salón. Ahora éste se dividía en dos, uno más amplio y moderno con las funciones de comedor y lugar de encuentro y otro destinado a convertirse en una pequeña biblioteca con dos sillones y una chimenea.

Las preocupaciones económicas no tardaron en hacer la suficiente presión sobre la vida de Julián como para que éste se decidiese a alquilar una de las habitaciones. Llamó a un periódico local y a la siguiente mañana apareció en la edición del jueves el siguiente anuncio:

"Se alquila habitación luminosa en una casa del centro de la ciudad.

Totalmente reformada.

Zona tranquila sin problemas para el aparcamiento.

A dos minutos de la parada de metro de San Miguel.

Precio a convenir”

5 comentarios:

Kandela dijo...

Pero la cama, ¿se la queda él? supongo que alquila la habitación a un joven algo extraño, estudiante de último curso, que anda siempre con libros y no sale de su cuarto ni para cenar. Todas las noches recibe una llamada a la misma hora. Una voz con acento extranjero pronuncia su nombre y suponemos que pregunta por él. Sin embargo el chico constesta cada noche intranquilo, susurra un par de frases y cuelga enseguida. Los días pasan y su comportamiento es cada día más extraño. No sabemos qué ocurre en su habiación, por supuesto que es una intriga. Un día entran en casa, no roban nada de valor, pero él pide permiso para poner una cerradura en su habitación. Por si acaso, dice. Entonces comienzan los ruidos raros, las sombras detrás de la puerta. Suponemos que el problema es él, pero... quizá sea la cama la que oculta algún secreto y él sea la clave.
Me encantó esa cama, digna de ser un personaje madrileño.
bss

El Oso que Mira desde la Colina dijo...

La cabecera de la cama se la queda Julian, pero por el momento no la pone sobre su cama, tiene ciertos reparos después de lo que le contó el señor Golei.
Como bien dices, Julián no ha tardado mucho en encontrar compañero de casa. Se llama Gabriel, paga bien pero es excesivamente callado. No sabe lo que estudia, pero una mañana durante el desayuno estuvo hojeando un par de libros que dejó sobre la mesa de la cocina. "La Diosa Blanca" de Robert Graves y "Las Metamorfosis" de Ovidio.
Gracias por el comentario.
Bss.

Kandela dijo...

Gabriel no parece tan siniestro como al principio me imaginaba. Seguro que usa gafas de pasta negra. Gracias por el tuyo.

Anónimo dijo...

¿Qué pasa con el cabecero de la cama? ¿lo deja en su propio dormitorio? ¿Cómo podrá dormir tranquilo con todo "eso" encima de su almohada? Inquietante la vieja que compra pan.

Alice dijo...

Me empieza a gustar la idea de este relato.