viernes, 20 de febrero de 2009

Reserva para Siete

Volvía a llegar tarde. Había quedado hacía más de media hora para cenar con el grupo y el tiempo se me había echado encima. Tenía ganas de echar un rato con ellos y ponerme al día de todo lo que había pasado. Había escuchado que Laura tenía un nuevo novio y que Jaime había encontrado un buen trabajo. De Manolo no sabía mucho, pero de alguien me dijo hace ya algunos meses que todo seguía igual en su vida. Seguía con Marta en aquel pequeño piso de alquiler de Ciudad Jardín, seguía trabajando como autónomo reparando ordenadores aquí y móviles allá. Bueno, y despues estaban Jose y Pablo, a los que era difícil seguirles la pista. La última vez que nos vimos nos contaron que habían estado al sur de la India, trabajando como voluntarios en un colegio para huérfanos. Siempre había envidiado la facilidad que tenían para escapar de las redes de lo cotidiano. Entre todos esos pensamientos logré encontrar aparcamiento y me lancé a la carrera al restaurante.
Allí estaban todos. Laura, Jaime, Manolo, Marta, José y Pablo. Todos sentados alrededor de una mesa de mantel rojo con un par de botellas de vino ya acabadas y una sin empezar. "Bueno, por fin llegas", me espetó Laura, pensaba que ya no venías. Manolo me miró con los ojos cansados de siempre. Jaime lucía una nueva sonrisa, refulgente, de triunfador. Marta estaba hablando con Pablo y Jose estaba llenando de nuevo las copas de todos, incluída una para mi. "Bueno, bueno, habrá que ponerse al día mientras comemos", dijo Pablo. "A ver, que cuente el último, que para eso nos has hecho esperar más de treinta minutos". Bebí de la copa de vino y empecé a contarles a por encima como me habían ido estos meses. Había dejado el trabajo de la "Gran Empresa" y me había establecido por mi cuenta diseñando dispositivos eléctricos de bajo consumo. No había tenido muchos clientes desde que mi celebrada independecia pero ser jefe de uno mismo era verdadero logro. Por lo demás seguía viendo a Helena de tarde en tarde. Disfrutábamos juntos de algún que otro concierto en la Sala Sol que terminábamos en casa con cuatro copas de más. "Venga ya", me interrumpió Jose, ¨Vas de decirme que tras un año todavía no ha pasado nada". Sonreí y todos empezaron a darme la enhorabuena. "Ya era hora, haceis muy buena pareja" dijo Laura. No quise especificar, y los dejé que imaginasen. En realidad no estábamos juntos, solo fueron par de noches de compañía, risas y sexo. Pero ellos eran felices pensando que íba a formar parte del club de las parejas. El único que parecía más serio era Manolo que seguía con la mirada ausente. Marta parecía ignorarlo aunque en más de una ocasión los vi lanzarse una mirada de reproche. Seguramente volvían a estar peleados. La cena transcurrió entre grandes noticias como que Marta estaba embarazada y risas rememorando los años de universidad.
Según Manolo fueron los mejores años de nuestras vidas, sobre todo el último año de ingeniería. Después cada uno seguimos por nuestro camino pero seguíamos viéndonos. Pasaron las copas en calle Beatas y los amaneceres sentados en la Malagueta, esperando que se nos pasase la borrachera para volver a casa. Las mañanas de los viernes de resaca en el bar de Marchuca, y las partidas de mus al llegar la primavera. Pasaron los conciertos de Los Piratas y las salidas al Limón y Sal. Laura habló de su amor platónico y Jaime de aquella chica de ojos verdes con la que se enrrolló en la fiesta de graduación.También recordamos cuando Manolo y Jaime entraron en clase vestidos de girasoles para anunciar la fiesta de la primavera, y claro, la cara que puso Miguel Santos, el profesor de Circuitos y Resistencias. Efectivamente, fueron unos bueno años pero yo estaba bastante contento de como me iban las cosas. Quizás porque al contrario que muchos de ellos seguía saliendo algunos fines de semana y todavía no tenía muy claro que quería hacer con mi vida.
Manolo y Marta se despidieron poco después de terminar los postres. Manolo tenía mucho trabajo al día siguiente y claro, el tema no estaba para "ir perdiendo clientes" dijo Marta. Pablo y Jose se miraron poco después y dijeron que tenían que madrugar porque tenía que organizar una campaña de recogida de fondos en no se que ONG. Asi que quedamos como siempre Laura, Jaime y yo. Estuvimos tomando un par de pintas en el irlandés de la esquina, al lado de casa de Laura. Allí Laura estuvo contándonos algunos detalles de su "nuevo chico". Debía estar bastante contenta porque no dejaba de sonreir como una adoleceste. Se marchó en la tercera ronda. Iba ya para casa que allí la esperaban. Jaime y yo pasamos a mayores y las pintas dejaron paso a las copas. Estuvimos hablando de como pasa  el tiempo, del futuro, de viajes y de mujeres hasta altas horas de la madrugada en las que me acompañó hasta un taxi. Ya no estaba para volver a casa en coche asi que dejé que me llevasen mientras seguía recordando aquellas quedadas que hacíamos los siete.

No hay comentarios: