Nadie sabía lo que buscaba el abuelo en el trastero, pero si el ruído que estaba haciendo era un indicativo del desorden, Jorge sabía que iba a pasar una tarde realmente larga volviendo a ordenarlo todo. Ya sabía él que no era buena idea dejar al abuelo ahí solo, pero su madre le había dicho que así estaría distraído un rato, de manera que Jorge pudiese dedicar un rato de tranquilidad al libro que se había comprado hacía un par de semanas. Cuando por fin logró centrarse escuchó el grito de alegría del abuelo, momento en el que supo que el libro debería esperar hasta la noche. Menudo puente en familia estaba pasando. Cinco minutos más tarde el abuelo llegó con una caja de metal que abrió delante de su nieto. Para espanto de Jorge vió que estaba llena de fotos. Mientras el abuelo se acomodaba en la mesa camilla, Jorge se acercó a la cocina y le pidió a su madre un café cargado para amenizar la tarde que se le venía encima.
El abuelo desplegó sobre la mesa varios montones de fotos en blanco y negro. Comenzó por unas fotos donde se veía a un adolescente sonriendo, junto a una bicicleta. El abuelo le contó que ese era su hermano mayor Vicente, que no conocieron porque murió después de la guerra. En la cárcel. Su rostro se arrugó, triste, dijo que desde que cumplió los quince le había apasionado las bicicletas y que durante la guerra estuvo trabajando como mensajero en el frente republicano, hasta que lo pescaron cerca de Málaga. Tuvo suerte en no ser uno de los miles de fusilados pero murió a causa de una paliza en una de las cárceles de Madrid dos años más tarde. A continuación sacó una foto de una mujer de anchos hombros, y sonrisa forzada. Con pelo negro. Con una sonrisa dijo que era la abuela y que siendo él joven, antes de que le pidiese salir, consiguió que posase para una foto, pero que como nunca le había gustado, jamás consiguió que sonriese ante una cámara. En aquel momento sacó una cámara de la caja de metal. Era negra con algunas piezas de acero ya oxidado. El abuelo sonrió y dijo, "acá está Jorge, te presento a la Leica, el ojo de mi memoria" y rió como un niño. "Esta la tuve cuando huí hasta Francia" dijo mientras señalaba un montón de fotos para que se las alcanzase "Al terminar la guerra tuve que huir con tu abuela a Francia, pa que no nos pescasen como al Vicente". "Estuvimos en casa de Jaqueline, una prima lejana que enseñaba español en una escuela en Potiers", y me enseñó una foto de una chica delgada vestida con camisa blanca y con gafas redondas. "Era una mujer inteligente, la abuela decía que escribía poemas, pero yo nunca leí ninguno". La siguiente foto que salió salía el abuelo junto a la abuela, los dos aún jóvenes, con los rostros un poco demacrados, pero sonrientes, bueno, al menos el abuelo, la abuela sólo hacía el intento. "Esta foto nos la hizo la Jaqueline a la semana de llegar. En cuanto llegamos estuvimos ayudándola con el huerto" Y me enseñó una foto de la abuela con aparejos de labranza en actitud desafiante. "La abuela ya conocía el arte de las verduras como ella decía así que en realidad nos enseñó a todos". "Estuvimos dos años con Jaqueline hasta que tuvimos dinero para probar suerte en otro país, de manera que nos embarcamos hasta Argentina". Jorge bebió un sorbo de café y miró varias fotos, una de ella de los abuelos en un barco de esos que salen en las películas de los cincuenta. En otra se veía a la abuela leyendo un libro con el mar de fondo. En una tercera en una casa de paredes verdes. "Ves esa, esa fue nuestra primera casa en Rosario, cuando llegamos allí compramos un terreno y comenzamos a plantar frutales en la vega del río Paraná. Hicimos buena vida y buenos amigos durante más de veinte años".
Volvió a pasarle fotos. En ellas se veía a su abuela con otras personas que no conocía, en algunas en fiestas bailando, en otras en una casa mayor, en otras con un par de niños pequeños, que los que reconoció como su madre y su tio. En la última vi a mi madre con la misma edad que tenía yo ahora con una mochila. El abuelo dijo: "Ves, acá tu madre un par de horas antes de volver a España, quería conocer sus raíces, y a parte la parte de la familia que se había quedado. Fue a finales de los setenta, poco antes de la muerte de Franco cuando conoció a tu padre". Y me enseñó una foto de mi padre vestido con la bata de médico junto a un naranjo. Sonrió. "Tu madre se llevó a la Leica, y me mandaba fotos de la familia, y esta fue la de tu padre. Al principio yo no quería que tuviese ninguna relación con él. Tu abuelo paterno fue teniente del ejército a las órdenes de Franco y al principio cargué a tu padre con la culpa de nuestro exilio. Pero tu madre me convenció que nada tenía el que ver, que los hijos no tienen que pagar las culpas de sus padres, y que además Don Javier estaba arrepentido por haber participado en semejante guerra". Enseñó una foto de los dos abuelos, junto al padre de Jorge. "Con los años descubrí que era un buen hombre, que simplemente luchó al otro lado, pero Jorge no vayas a creer por eso que todos eran hombres buenos, muchos de ellos se ensañaron demasiado con los vencidos".
También le enseñó una foto de un hombre alto con bigote,de mandíbula cuadrada y con aspecto serio. "Este era el Julián, cuando la mitad de las familias se marcharon del pueblo, el confiscó sus tierras. Y a algunas que no se marcharon y tenían familiares republicanos le hizo la vida imposible hasta que se marcharon bajo la amenaza de que sino serían acusados de conspirar contra el régimen". Volvió a mirar la foto. La verdad es que a Jorge le parecía un tipo normal, como los que te encuentras cuando vas a comprar a la panadería de la esquina. El abuelo siguió hablando de él. "El muy hijoputa todavía sigue vivo y su hijo es ahora alcalde del pueblo".
La madre de Jorge salió de la cocina, y les dijo que fuesen recogiendo, que la cena estaba casi lista y que su padre estaba a punto de llegar. El abuelo le enseñó a Jorge otras fotos, en una de ellas se veía a su madre con un bebe de ojos negros. "Ves, ese granujilla eras tu". Siguió enseñándole otras fotos donde aparecía algo más mayor, jugando con la pelota, o con su prima Silvia en la playa. Su madre volvió a asomarse desde la cocina advirtiendo que sino recogían tiraría todas las fotos. El abuelo metió todas las fotos en la caja de metal. Dejó la cámara fuera y salió por la puerta del salón de nuevo rumbo al sótano. Mientras salía le dijo a Jorge "Ea muchacho, sal a dar un par de vueltas a la Leica que no tiene espíritu para quedarse el resto de su vida en una caja". Jorge cogió la cámara y hizo su primera foto mientras su madre ponía la mesa.
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1 comentario:
Quien no ha vivido uno de esos momentos, en los que nuestros padres y abuelos recuerdan la historia de su vida a sus hijos o nietos a través de fotos. Todos terminamos cansados de escuchar esas historias una y otra vez pero en el fondo nos gustan y con el paso del tiempo nosotros haremos lo mismo con nuestra generación. Aunque las cámaras sean cada vez más modernas nuestro comportamiento sigue siendo el mismo y los recuerdos nunca se deben olvidar.
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