viernes, 20 de julio de 2007

La Forja

El viento soplaba con fuerza robando el calor de aquellos que comenzaban la mañana. En el pueblo sólo la luz de la forja permanecía encendida, como un faro en la madrugada. Raúl se dirigió hacia ella con los ojos aún ausentes por el sueño interrumpido, arropado con una manta de lana, consciente del duro trabajo que iba a comenzar. Al llegar a la herrería se despojó de las pesadas ropas que lo protegían del frío invierno. Puso varios trozos informes de hierro en el fuego de la fragua y esperó. Trozos obtenidos en el río de los sueños, bajo un cielo coronado por miles de estrellas. Tomó carbón y alimentó las llamas con los recuerdos ennegrecidos por el dolor. Tomó el fuelle, le dio aire con el que respirar y poco a poco el carbón se fue consumiendo. Mientras el metal en bruto iba robando protagonismo del sol que comenzaba a despuntar. El deseo de dar forma avivó el fuego con cada soplo del fuelle.

Tomó el metal incandescente con las tenazas y lo puso sobre el yunque. Tomó con su otra mano un pesado martillo y lo dejó caer con fuerza sobre el pedazo informe de hierro. Una y otra vez, una y otra vez mientras el pueblo despertaba de su largo sueño. A cada movimiento, el martillo pesaba más. Su mano quedaba entumecida por la fuerza de los impactos y sin embargo la voluntad se tornó forma, y lo que antes era irreconocible, comenzaba a insinuar su futuro. Pero todavía quedaba mucho trabajo. Sumerdió la pieza en la pila de agua fría antes de que el calor de la fragua lo abandonase por completo. Lo templó con frialdad y decisión. Sin miedo a que se quebrase por las aguas del río. Descansó mientras engullía una manzana. Dejó que sus pulmones recuperasen el aliento.

Pero los sueños son poderosos, y no tardó en escuchar la canción del martillo en su cabeza. Volvió a alimentar la fragua con recuerdos ennegrecidos y con el aire de lo nuevo. Y de nuevo el metal siguió su danza ígnea a lo largo de las llamas. Repitió la operación. Tenazas, yunque y martillo. Golpes y chispas. Golpes y chispas mientras daba forma al sueño. La siluetas dieron paso a perfiles más definidos y estos a su vez le terminaron por conceder su identidad. Realizado el esfuerzo abrazó el objeto con las aguas de la templanza.

Y entonces descansó. El sol hacía ya rato que había abandonado el pueblo. Raúl limpió los útiles que le habían ayudado a dar forma a su sueño. Dejó que su deseo se consumiese sobre la fragua. Limpió la ceniza que había quedado pegada a su voluntad con cada golpe. Renovó las aguas de la templanza con la sangre del río. Caminó hacia casa para descansar y alimentarse. Sabía que esa noche mientras dormía nuevos sueños lo asaltarían y sabía que el trabajo de darles forma iba a ser duro.

3 comentarios:

Kandela dijo...

Forjar sueños... en ello seguimos.

El Oso que Mira desde la Colina dijo...

Quizás con el brazo entumecido por el esfuerzo. No te rindas, al final el metal o toma forma o se rompe, pero si lo hace siempre se puede buscar otro trozo.

Alice dijo...

Cada persona tiene un herrero dentro de la cabeza que va forjando su destino y eligiendo el camino correcto para obtener lo que cada uno quiere conseguir. Como vamos moldeando el camino y tomando fuerzas para seguir luchando por lo que uno quiere. El problema esta en coger el camino correcto en el momento correcto. Yo me siento que voy por buen camino gracias a ti y que entre los dos logremos construir un jardín en ese camino.