sábado, 7 de julio de 2007

Hilando fino la vida

Hilando fino la vida, así es como Pablo se imagina su desarrollo profesional. Lleno de esperanza e ilusión. Lleno de esa chispa que le permitiría encender la hoguera de la felicidad. Todas las tardes, después del trabajo dedicaba tres horas a mejorar. Estudiaba administración de empresas. No quería quedarse toda su vida sonriendo de cara al público en un restaurante de comida rápida. Cuando la gente le preguntaba a que se dedicaba decía que estaba realizando un estudio sociológico sobre las causas por las cuales los humanos acudían a los restaurante de comida rápida, que al fin y al cabo era una manera elegante de decir que era un psicólogo desengañado por la sociedad y que tenía un trabajo de mierda como tantos jóvenes.

Tres horas dedicadas a mejorar el curriculum vitae, dedicadas a ganar puntos de cara al partido de un juego laboral en el que todos participaban. A veces durante ese tiempo recuerda sus años de universidad. Años llenos de una felicidad casi infantil parecidos al cuento de la lechera. Amigos, novias, fiestas, cultura y tiempo libre para gastarlo en más de lo mismo hasta que llegaban los finales. Entonces paraba, le pegaba duro a los libros hasta el año siguiente. Hacía todo como se suponía que debía hacerlo para ser un hombre de futuro, y sin embargo algo falló.

Tres horas dedicadas a mejorar su fallo. Sus notas al terminar su licenciatura no estaban mal. Sabía idiomas tal y como pedían. Le gustaba la posible ocupación que podía desempeñar de manera que se armó, en una mano su historial, en otro su ilusión para enfrentarse al dragón del futuro laboral. El primer combate fue corto y cruel. Todo el mundo hablaba perfectamente más de dos idiomas, prácticas en el extranjero, un par de cursos de perfeccionamiento. Se sintió como un niño que armado con una espada de madera se enfrenta a un legionario.

Tres horas dedicadas a forjar una espada mejor. Investigó, preguntó y observó. Construyó un perfil para mejorar, un patrón a seguir para que no le arrebatasen su oportunidad de vivir trabajando en algo que le gustaba. Para él, la psicología era vocacional. Él era el amigo que te daba ese par de trucos para no olvidar las cosas, para llorar menos en un desengaño amoroso o para no chocar tanto con las gente que te rodeaba. Sabía que el dinero no era lo importante pero hay que comer, moverse de un sitio a otro, descansar bajo un techo o empastarse esa muela que lleva ya un par de meses amenazando con una noche de dolor.

Tres horas dedicadas a un día como mañana. Mañana volvía a tener una entrevista. Mañana tenía un nuevo combate. Mañana parecía un buen día para dar una vuelta al marcador. Mañana volvería a lanzar los dados, cansado y esperanzado al mismo tiempo. Mañana tomaría el lino y el algodón de su vida para poder vestirse con la dignidad que se merecía al fin.

1 comentario:

Alice dijo...

Sinceramente me parece una historia muy simple para las cosas tan bellas que tu sueles escribir. Es algo demasiado cotidiano, el estudiante que ha estudiado una carrera pero esta trabajando de otra cosa, aunque entiendo que también cosas reales sean publicadas, que todo no va a ser de relatos fantásticos e imaginarios.
Aunque en el párrafo donde dice que mañana tiene un nuevo combate (por lo de la entrevista); mañana parecía un buen día para dar una vuelta al marcador (cambiar de trabajo); mañana volvería a lanzar los dados. (Así se debería ver los días futuros que cada día fuese un nuevo reto.)
Lo de la noche de dolor de muela me parece un poco autobiográfico…… jejejeje.